Monday, November 02, 2009

Dia de Muertos: From NTX/EFE via Noroeste.com.mx


FESTIVIDAD
La celebración del Día de Muertos en México es una mezcla entre la cultura prehispánica y el catolicismo, luego de que la Iglesia, a través del tiempo, le ha añadido simbolismos de esa religión
NTX/EFE
01-11-2009


A diferencia de Europa, el Día de Muertos tiene en México un cariz de fiesta, donde se compite por realizar el mejor altar.
Fotografía: EFE/NTX.






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MÉXICO (NTX/EFE)._ La celebración del Día de Muertos en México es una mezcla entre la cultura prehispánica y el catolicismo, luego de que la Iglesia, a través del tiempo, le ha añadido simbolismos de esa religión.
Esta fiesta está llena de costumbres como colocar un altar en memoria de los difuntos, ya sea en casa, los panteones, las lápidas o en los templos y celebrar una misa en honor a los fallecidos.
Los altares u ofrendas son adornadas con papel picado de colores, flores de cempasúchil, comida variada, veladoras, dulces, bebidas y fotografías, pero principalmente las cosas que en vida le gustaba a la persona degustar.
El 1 y el 2 de noviembre los feligreses acuden a la mayoría de los templos para solicitar que se rece por sus difuntos, ya sea en forma comunitaria o si las condiciones económicas lo permiten, pagar para que se oficie una misa en su honor.
Notimex realizó un recorrido por dos templos para investigar los precios de las "donaciones" que se solicitan para estos dos días, a fin de que en las misas que se ofician se nombre a los que ya no existen en este mundo.
En el templo de San Hipólito, ubicado en avenida Hidalgo 107, colonia Centro, la petición colectiva por los deudos es de 35 pesos el 1 de noviembre y para las misas individuales es de 250 pesos, pero se solicita con un mes de anticipación.
En la parroquia de San Fernando, en la colonia Guerrero, delegación Cuauhtémoc, la petición colectiva para el 2 de noviembre, se hace mediante donativos que se colocan dentro de un sobre con los nombres de los fallecidos.
En otras fechas el familiar tiene que dar 25 pesos, pero en la celebración de los Fieles Difuntos la solicitud se hace en sobre cerrado, mientras que las misas individuales "rezadas" cuestan 100 pesos y las "cantadas" 250.
La festividad del Día de Muertos es una fusión entre los rituales prehispánicos en su honor y las celebraciones católicas del Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
Este festejo se divide en dos partes: la primera es el 1 de noviembre, el día de Todos los Santos, esta fecha se celebra a los santos que tuvieron una vida ejemplar, así como a los niños que murieron.
El 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, se celebra a los muertos adultos, esta fiesta es mayor en comparación con la del día primero.
En la antigüedad las fiestas para los muertos se realizaban en julio y agosto, y duraban 20 días y un mes, respectivamente. La celebración de los difuntos niños se llamaba "Miccailhuitontli" y la de los adultos "Xocohuetzi".
Con la llegada de los misioneros y el Evangelio, la costumbre de festejar a los muertos prevaleció mezclada con la doctrina cristiana.
La muerte para los indígenas no tenía las connotaciones de la religión católica, como el cielo y el infierno, se creía que las almas de las personas tenían rumbos determinados según como habían fallecido y no por su comportamiento en la vida.
La ofrenda a los difuntos y todos los ritos que rodean la celebración encierran una riqueza simbólica que constituye un canto a la vida.
La flor de cempasúchil representa al Sol, símbolo de Dios que hace florecer la vida de las almas y la comida es un signo de comunión.
La cruz sobre el altar significa todos los caminos, los cuatro puntos cardinales; los brazos de la cruz llevan a Dios y las velas significan la iluminación del camino para que las almas lleguen a disfrutar de la luz divina.

Niños mexicanos miran a la Muerte entre dulces y calacas
Los niños mexicanos sostienen divertidos la mirada a "La Parca" en una feria que los hace protagonistas del tradicional Día de Muertos y que los sumerge entre calacas sonrientes, dulces y esqueletos de peluches.
Los pequeños son los protagonistas de la novena Feria de las Calacas que, con una muestra artesanal, espectáculos, una instalación artística y, por supuesto, la ofrenda de muertos, organiza este año el Centro Nacional de las Artes mexicano, CENART.
"Es un tema que a veces no se aborda con los niños y que es parte de la vida, ésta es una oportunidad para hablarlo y conocer su propia mirada", indicó Miriam Martínez Garza, coordinadora nacional del programa cultural infantil "Alas y Raíces", eje central de la feria este año.
Por espacio de cinco días, del 29 de octubre al 2 de noviembre, durante las tradicionales celebraciones del Día de Muertos mexicano, el CENART programa una serie de actividades enfocadas a que los más pequeños comprendan el sentido de recordar a los que se fueron.
La parte más divertida de la feria es la instalación del artista sonoro Arcángel Constantini que consiste en una pequeña carpa a oscuras donde cuelgan en cadenas varios esqueletos de peluches, y que reaccionan con un quejido ante la luz.
Los niños, con una vela en la mano, recorren a tientas el espacio para descubrir la presencia de las ánimas de los peluches cuando la luz pasa junto a ellos. "Es una reflexión sobre la vida después de la muerte también para los objetos", explicó la coordinadora.
"Este año estamos iniciando un diálogo de las tradiciones prehispánicas, lo muy mexicano, con el mundo más contemporáneo", explicó Martínez Garza sobre el aire de "innovación" del que se impregna el evento.
También pueden grabar un mensaje para sus muertos más queridos, que luego se escucha en una incesante cacofonía junto a la ofrenda.
Ésta, coronada por las tradicionales calaveras de azúcar y bañada en el humo de incienso, fue construida este año con cerca de 300 cajas de madera.
Conectan sus distintas partes varias cuerdas con pinzas para que quien lo desee pueda llevar las fotografías de sus allegados fallecidos y rendirle homenaje en la ofrenda del Cenart.
Asimismo, hay espectáculos de payasos centrados en la muerte, desde un punto de vista lúdico e irónico, y se celebrará, como cada año en la feria, el Paseo de los Muertos, una escenificación oral con cuentos de terror e historias tradicionales, mecidos por una banda sonora y a lo largo de toda la cañada del centro.
Junto a la ofrenda se sitúan una veintena de artesanos, llegados de varios estados del País, como Estado de México y Oaxaca, que ofrecen productos tradicionales del Día de Muertos: calacas, muñecos de esqueletos vestidos en un sinfín de formas, calaveras de azúcar y chocolate y otros dulces.
"Tardo entre 8 y 10 días en hacer una calaca", explicó Melania, una artesana que achaca al clima la rapidez con la que puede secarse la silicona con la que consolida sus figuras de papel y palitos de madera.
Cerca, varias vendedoras exhiben los coloridos dulces hechos con leche y panes de muerto que dan sabor a esta jornada a medio camino entre un mundo y el otro.
Entre lo más vistoso está toda una amplia gama de golosinas modeladas como coloridas frutas, que combinan el gusto del dulce de leche con el del vegetal que representan.
A diferencia de Europa, la jornada de Difuntos tiene en México un cariz de fiesta: además de visitar las tumbas de los seres queridos fallecidos, se canta, se come y se bebe, y se celebra su recuerdo.
México se cubre de calacas, popularizadas por el grabador José Guadalupe Posada, 1852-1913, que ofrecen una visión menos dramática de "La Catrina" o "La Flaca", nombres que se dan a la muerte.
Es tradicional que se coloquen ofrendas en las casas y en muchas instituciones, que a veces adquieren una dimensión espectacular. Los altares de muertos recuerdan, entre ofrecimientos y fotografías, a los seres queridos.
Según una encuesta reciente, el 83 por ciento de los mexicanos prefiere celebrar esta tradición propia frente al 6 por ciento que se ve más atraído por la anglosajona Halloween y sus disfraces de monstruos.


Mestizaje de dos culturas
El altar del Día de Muertos es el resultado del mestizaje o hibridación que nació luego de la conquista española, señaló Carlos Serrano, director del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Serrano precisó que esta conmemoración data desde hace tres mil años, cuando las culturas azteca, maya, purépecha, náhuatl y totonaca, originarias del centro del territorio mexicano celebraban a los muertos durante todo el noveno mes del calendario azteca.
Con la llegada de los españoles comenzaron las ofrendas tal y como las conocemos hoy en día, se tienen registros que en 1563 el religioso Sebastián de Aparicio, colocó la primera en la Hacienda de Careaga y fue reproducida posteriormente en otras regiones del país.
También fueron introducidos nuevos objetos como el tradicional pan de muerto, que tiene sus orígenes en el siglo XVIII, con la intención de incrementar el consumo de la harina de trigo.
Las tradicionales calaveritas de chocolate y de azúcar que se venden en los mercados de México también tienen su razón de ser en las culturas prehispánicas de quienes conservaban los cráneos como trofeos y para mostrarlos en los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.


Patrimonio de la humanidad
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, declaró en 2003 a la festividad indígena del Día de Muertos como Obra Maestra del Patrimonio Cultural de la Humanidad debido a su riqueza cultural.
La proclamación de la Unesco, además de premiar y reconocer la importancia de esta fecha, pretende salvaguardarla como una tradición que debe revitalizarse y permanecer dentro del inventario mundial de ese patrimonio.
También se debe a que la celebración del Día de Muertos ha trascendido más allá de las fiestas populares, abarca áreas del arte como la pintura y la literatura, pues hay creaciones artísticas que músicos, pintores y poetas mexicanos han generado en los últimos siglos.
Ejemplo de ello es "La Catrina", de José Guadalupe Posada, inmortalizada y dada a conocer mundialmente por el muralista Diego Rivera, quien la coloca como personaje central de su fresco "Sueño de una tarde dominical en la Alameda" o por Octavio Paz en su libro, El laberinto de la Soledad, en el que dedica un capítulo a este día.